jueves, 23 de marzo de 2017

"Los Muertos q vos matais"

Para cuando la pena es tan grande q acaba enfemándote irremediablemente, arrugando tu corazón y sin dejarte dormir en paz... ¡No hay esperanza! Ya está arraigada y, al menos yo, no conozco a alguien q haya podido curarse.

Esta vez el tan mentado “había una vez” comienza con la corta historia de un desahuciado más con el q me topé durante una caminata solitaria a orillas del río más cercano al pueblo donde vive mi abuela. Solía ir a llorar ahí por las noches cuando visitaba esa vieja y alejada casa.

Traía un dibujo hermoso con la figura de una mujer, dibujada por él mismo con sumo cuidado y terneza, muy a pesar de la rapidez con la q lo hizo, según me dijo, minutos antes de encontrarnos por casualidad. Había escrito con letras azules en la parte inferior:

"en el rocío de las cosas simples el corazón encuentra su alborada y se refresca"

Esa noche el desconocido y yo nos hicimos confesiones sublimes y amargas, no muchos de los q estamos enfermos y por ende acongojados podemos encargarnos de expresar nuestros inexorables pesares..., sin embargo, bastan algunas miradas para q podamos reconocer q hay otro ser alrededor q no es capaz de respirar ni de dormir tranquilo, de tanto llorar por ciertos malestares.

Mientras se lavaba las manos me explicaba q esta enfermedad carece de etapas y te hace vivir en un constante frenesí. Había hecho aquel bonito dibujo después de q lo dejaron solo. La mujer a la q quería no había podido enamorarse de él de igual manera y luego deatravesar una situación difícil durante una larga temporada, ella decidió acabar su compromiso para irse a buscar el amor por otro lado menos intrincado. Así lo hizo, sin llanto, queja o promesa q le hicieran cambiar de manera de pensar.


Quizá algunos de nosotros decidamos llorar a escondidas cuando aún se puede contener un poco el llanto... a la hora de la comida, con la familia o una q otra persona cerca; odiamos q nos vean lloriqueando como niños chiquitos porq tememos q descubran q estamos muy enfermos de pena, tristeza o por una maliciosa soledad, pero en su caso no le avergonzaban muchas cosas, y había decidido contar algunas de ellas. El propósito de tanto caminar hasta el río era pretender encontrar la inspiración suficiente para dibujar. Siempre esperaba al crepúsculo con esos fines oyendo el ruido del agua y sintiendo en las piernas y los pies un razonable cansancio habiendo caminado desde otro pueblo, el suyo, no tan cercano q digamos, por el q el río no pasaba.

Yo le dije varias veces q ese río aparte de no conceder soluciones, tampoco aparentaba ser útil para la inspiración, aunque había oido q la gente solía perder sus cosas a veces mientras lo cruzaban por la fuerza de la corriente y las encontraban días después en las puertas traseras de sus casas, denominadas por ellos 'puertas falsas' por donde pasaba. De repente algo de singular tenía para los q no eran forasteros como yo.

Después de esperar algunas horas sentados en silencio sobre unas piedras para enternecernos con los primeros brillos del sol, cada uno regresó al lugar de donde partió al anochecer. Antes, él decidió por sí solo regalarme el dibujo de 'Esperanza' porque al fin y al cabo podía hacer uno igual mil veces con el tiempo de sobra del q disponía y las ganas características de su enfermedad, necesitaba q alguien lo recuerde y recuerde también algo de lo mucho q contó. Yo le pedí su consentimiento para poder mencionarlo alguna vez en algún garabato ocasional cuando pueda sentirme un poco mejor, claro, si el mal q me aquejaba con fuertes dolores en el pecho no me terminaba matando entonces. Dicho día llegó y respiraba aliviada, me recuperé durante unos días un poco pero nunca me acordé de él; y, ahora como siempre ocurre cuando una recaída empeora el estado emocional de uno, tengo miedo de ya no ser capaz de recordar bien todo y poder describirlo, por eso me ví en la necesidad de contarlo. Tarde, como la mayoría de las cosas q valen la pena llegan..., después de eventos lastimosos. No me entristecería más escribir luego porque más no me puedo entristecer, es solo q tengo una inusitada ilusión: q él pueda enterarse de q sí lo recuerdo. Quisiera q sepa q conservo su dibujo, lo he pegado en una de las paredes de mi cuarto al lado de otros q yo hice de mis mascotas y en este momento lo entiendo mucho más, me siento como una desahuciada también, desde hace poco.
No observo el dibujo de Esperanza ni atentamente ni muy a menudo, pero cuando lo hago a veces por las mañanas me pregunto siempre antes de salir q sucedió con el taciturno y alto dibujante de justificaciones entristecedoras... Esta vez la historia no tiene un final alegre siquiera, lo cual es interesante para mí. Ese tipo de finales es muchas veces mentiroso y siempre he creído q deja un gustillo, como a inconcluso.